Página principal. Los Pixies del Caos, Tomo 5: El Corazón de Irsa

32 Los dos vagabundos

Un hombre delgado de unos treinta años y un niño de diez caminaban, harapientos, por una calle empedrada. El cielo apenas empezaba a clarear pero ya se veían a saijits saliendo de los albergues.

«Maestro. ¿Toda esa gente va a participar en el Festival, verdad?»

«Así es.»

«Hasta ahora, hemos evitado las ciudades saijits. Dijiste que no eran seguras.»

«No lo son. Pero a estas alturas… ningún lugar es más seguro que otro.»

Hubo un silencio. Entonces, el maestro añadió:

«No es culpa tuya.»

«Lo sé… Di, Maestro.»

«¿Sí, Rood?»

«Anoche, cuando nos cruzamos con esa gente… los miraste como si los reconocieras.»

El maestro se paró un instante antes de retomar la marcha.

«¿Qué gente?»

«Ya sabes, el tipo grandote… y la drow de pelo azul. También estaba una kadaelfa de pelo rosa. Los miraste, maestro.»

«¿Oh?»

«No te hagas el desentendido, maestro. Los conocías, ¿a que sí?»

El maestro frunció el ceño.

«Puede.»

«¿Por qué no los saludaste? ¿Son enemigos? ¿No tendrán algo que ver con los que nos persiguen?»

«No… No son enemigos. Todo lo contrario, Rood.»

El niño torció los labios ante su testarudo maestro.

«Mani. Si son amigos, ¿por qué no les pedimos ayuda?»

«Ah…»

Mani se detuvo. Sentía los lazos bréjicos. Los siete. En ese misma ciudad. Uno acababa de aparecer en la zona del puerto. ¿Tafaria? Así que estaban ya todos juntos…

Ante los ojos perplejos de Rood, el maestro mostró una suave sonrisa nostálgica.

«Verás, Rood. En esta vida, algunas cosas… no pueden ser. Además,» alzó una mirada ensimismada hacia los primeros rayos de sol que sonrosaban el cielo y posó una mano sobre la cabeza de Rood, «¿quién ha dicho que necesitemos ayuda? Juré protegerte con mi vida. Ni una horda de demonios rapaces pueden detener a tu maestro cuando se pone en serio.»

Los ojos de Rood brillaron de admiración… y murmuró:

«Una horda… Ya quisieras, maestro… ¡Auch!»

«Ten más fe en tu maestro.»

«Fe tengo, Mani. Tengo los bolsillos llenos, a falta de kétalos.»

«¿Tienes hambre?»

El rostro del niño se encendió de esperanza cuando vio a su maestro rebuscar en su bolsillo. Mani hizo una mueca, sacando un dedo por un agujero.

«¿Se me habrá caído la última moneda?» murmuró. Frunció el ceño y se encogió de hombros. «En fin, Rood. Como decía, en esta vida, algunas cosas no pueden ser.»

Rood dejó escapar un ruidoso resoplido.

«Mani, mis bolsillos llenos de fe… también tienen agujeros.»

El maestro sonrió.

«Eso se arregla con aguja e hilo.»

«Mani…»

* * *

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Nota del Autor: ¡Fin del tomo 5! Espero que hayas disfrutado con la lectura. Para mantenerte al corriente de las nuevas publicaciones, puedes seguirme en amazon o echar un vistazo al sitio web del proyecto donde podrás encontrar mapas, imágenes de personajes y más documentación.

Tomo siguiente: El Secreto del Viento