Página principal. Ciclo de Dashvara, Tomo 3: El Ave Eterna

23 El Pacto

—De lo contrario, no tendré más remedio que mandar a mi ejército contra Lamastá —decía Todakwa.

Dashvara se detuvo a unos pasos de Zefrek. Este tenía el ceño fruncido.

—Tu hermano está en perfecta salud —replicó al fin el Shalussi—. Así como los demás prisioneros, incluidos los dieciocho esimeos capturados la noche pasada. La palabra de un Shalussi no miente. —Le echó una simple ojeada a Dashvara y agregó—: Estoy dispuesto a intercambiar a vuestros prisioneros por los nuestros, pero en el caso de los Esimeos de anoche la decisión recae en Dashvara de Xalya. Fue él quien llevó a cabo la captura.

Dashvara reprimió un gruñido incrédulo. ¿Así que hablando de canjes de prisioneros, eh? No viendo mejor ocasión de deshacerse de esos Esimeos capturados, contestó:

—Acepto el canje.

Todakwa aprobó el canje a su vez con cara de estar haciéndoles un favor. Zefrek mandó de inmediato a uno de sus hombres a liberar a los prisioneros y Dashvara se apartó para llamar a Tinan:

—Síguelo y diles a todos que de momento todo va bien.

Tinan asintió y se apresuró a obedecer. Bien. Un problema menos. Ahora venía la cuestión de Ashiwa y el sitio, adivinó Dashvara. Ante un leve gesto de Todakwa, tres chavales esimeos acercaron un imponente sillón adornado y el jefe esimeo se sentó como un reyezuelo mientras lo arropaban con un gran manto blanco y tan puro que parecía no haber sido usado en la vida. Que se sentara cuando los demás permanecían de pie le pareció a Dashvara fuera de lugar. Otros habrían creído mostrar signos de debilidad actuando de esa forma… pero Todakwa era un Esimeo, tenía otra manera de pensar y Dashvara apostó a que su objetivo era afirmar su autoridad y destacar como el pequeño gerifalte de aquella reunión.

—La rebelión ilegítima que has llevado a cabo, Zefrek —pronunció desde su asiento— ha ocasionado muertes entre los míos. Difícilmente voy a poder perdonar tamaño agravio, pero hoy me encuentro en disposiciones de ser clemente. Lo mejor que podéis hacer es rendiros, evacuar Lamastá y abandonar la estepa cuanto antes.

—No es lo que hemos venido a hacer, Todakwa —replicó Zefrek con la voz tensa.

—No —concedió el Esimeo—. Pero si abrís los ojos veréis que mi ejército es mayor que el vuestro, que Titiaka está dispuesta a mandar a más hombres suyos, que las armas que nos pueda proporcionar son más eficientes que las de la República y que esta no os está ayudando… Si quisiera, podría haceros desaparecer como un grano de sal en el agua, en cualquier momento. —Unió sus manos debajo de las holgadas mangas de su túnica azul inmortal y les mostró una leve sonrisa mientras sus ojos vivaces los detallaban a todos con calma—. ¿Sabéis lo que veo, estepeños? Veo a unos jefes de tribus primitivas enfrentados a una civilización moderna e incapaces de aceptar que han de someterse a ella por el propio bien de sus pueblos. Los Xalyas perdisteis mucho de lo que los Antiguos Reyes os enseñaron. Los Shalussis nunca fuisteis más que pastores incultos que no verán nunca más allá de su rebaño… Vuestra meta es la derrota. Es quedaros atrás por miedo a ser vencidos y no os dais cuenta de que ya habéis perdido. Esimea, ella, está devolviendo la vida a la estepa. Y seguirá creciendo, no importa cuántos obstáculos se alcen en su camino.

Y se lo cree, el muy maldito… Dashvara le enseñó una sonrisa de fiera y saltó antes que todos con tono mordaz:

—Devolvernos la vida, ¿eh? Pues siento decirte que tu civilización moderna no llegará a ninguna parte, Todakwa. —Echó una ojeada tensa hacia los Ragaïls y Kuriag antes de afirmar—: Diumcili te está usando. Te vende ilusiones de riqueza y mientras tanto saca el oro y el salbrónix de tus minas, devora tu ganado… Acabará devorando a tu pueblo y tu modernidad. Ni los Antiguos Reyes consiguieron destrozar la estepa como lo estás haciendo. Quieres crecer, dices —resopló con sarcasmo—. Supongo que ya sabes que aquel que crece mucho cae de más alto y se hace más daño.

La sonrisa de Todakwa se había ensanchado, haciéndose realmente odiosa.

—Mm. Una vez conversé con Vifkan de Xalya, hace tal vez ocho o diez años —comentó con calma—. Un hombre recto, rígido y obcecado… No tenía más ambición que la de seguir viviendo como siempre había vivido. Él y su padre antes que él condenaron a tu clan. Una lástima que hayas elegido el mismo camino. A estas alturas, tú y tu pueblo podríais estar a salvo, a bordo de un barco con destino a Titiaka. Pero elegiste la guerra.

—Elegí la libertad —retrucó Dashvara con un bramido sordo—. De no ser por tu ejército, Todakwa, de no ser por los esclavos a los que sometiste y que desean liberarse, hace tiempo que me habría ido a una zona de la estepa donde no se oye hablar de tu asquerosa modernidad ni de tu gloriosa Skâra. Y que sepas, Todakwa —agregó con rabia—, que mi padre no condenó a mi clan. Lo condenasteis vosotros atacándolo. Abusas de tu poder como lo hicieron antaño los señores de la estepa y los Antiguos Reyes contra los más débiles. Pero tú actúas diferente. En vez de echar a las tribus vecinas, las esclavizas, adoctrinas a los niños, los obligas a adorar una divinidad que no es suya, deformas nuestro Dahars envenenándolo poco a poco… Si crees haberlo conseguido, te equivocas. Mi pueblo sigue siendo fiel al Ave Eterna.

Todakwa enarcó las cejas con cara poco impresionada.

—Permíteme que lo dude —contestó—. Puedo asegurarte que tienes entre tu gente a jóvenes que piensan en galka, rezan en galka y sueñan en galka. El poder de Skâra es mayor que el del Ave Eterna, Dashvara. Porque va más allá de nuestra comprensión saijit. Por eso tiene mayor impacto en los jóvenes: porque ellos creen en la vida y la muerte antes de comprenderlas.

Dashvara no supo qué contestar a eso. Era consciente de que se había dejado llevar por las palabras insultantes de Todakwa y se recriminó por ello. Si se habían reunido ahí no era para convencerse mutuamente de sus buenos ideales, no era para venderse divinidades ni soltarse pullas, era para encontrar una salida satisfactoria al bloqueo de Lamastá.

Tras un breve silencio, Todakwa agregó:

—Un conflicto ahora no nos conviene a ninguno. Los diumcilianos creen que los dazbonienses seguirán aportándoos apoyo si lográis asentaros y, aunque la ayuda republicana ha sido más bien burlesca hasta ahora, un conflicto mayor entre la República y la Federación podría tener resultados desastrosos en la estepa si no resolvemos esto civilizadamente. Nos quedan pues dos opciones: o aplasto la revuelta y ninguno de nosotros puede dudar de mi victoria, o bien os propongo una rendición, pero como de momento no habéis parado de rechazar esta, Kuriag Dikaksunora aquí presente me ha sugerido proponeros una tercera opción.

Dashvara enarcó una ceja y se giró hacia Kuriag. Al ver la atención centrarse en él, el joven titiaka se humedeció los labios. Su rostro estaba casi tan blanco como el majestuoso manto de Todakwa.

—Veréis… —carraspeó el titiaka, rompiendo al fin el silencio, y tomó un tono más ceremonioso cuando continuó—: El Consejo de Titiaka ha ordenado mandar refuerzos federados a Ergaika. Llegarán dentro de unos días. El Consejo reconoce que estas tierras son de Esimea y ha condenado la revuelta considerándola como una revuelta de esclavos. Así pues —prosiguió, igual de formal—, vuestras pretensiones son ilegítimas y no son aceptadas ni por Esimea ni por sus aliados. El sentido común requiere que toméis en cuenta que vuestra situación es insostenible. Yo, Kuriag Dikaksunora, como amo de esclavos implicados en la revuelta y como miembro oficial del Consejo de Titiaka, os pido, tanto a los Shalussis como a los Xalyas, que consideréis lo siguiente. —Se aclaró la garganta y, pese a que todo lo que decía le estaba sentando como una patada, Dashvara reprimió mal una sonrisa al verlo tan molesto—. Esimea está dispuesta a perdonar la vida de los rebeldes, a reconocer la existencia de los clanes Shalussi y Xalya y a atribuirles derechos. A cambio, los líderes de estos clanes deberán jurar lealtad a Esimea, acogerse bajo su ala como vasallos y… —Los resoplidos de Dashvara, Zefrek y la sabia shalussi le arrancaron una mueca y se apresuró a concluir—: y someterse a ciertas obligaciones a cambio de unos derechos, todos detallados en… er… el acuerdo aquí escrito.

Tendió un rollo de papel que un joven esimeo cogió y transmitió, no a Dashvara, sino a Zefrek. Dashvara humeaba. Un acuerdo de vasallaje. ¡Kuriag les estaba vendiendo un acuerdo de vasallaje! Estaba tan pasmado que tardó un rato en fijarse en que Zefrek miraba el pergamino con real incomodidad. El joven Shalussi carraspeó y le tendió el papel. Dashvara lo cogió y, echando un vistazo a la larga lista de condiciones y parloteos, entendió que Zefrek no se la había leído. Simplemente porque no sabía leer.

Afortunado de él, suspiró.

Leer aquel pergamino iba a ser una real tortura. Ya tan sólo echarle un vistazo era vergonzoso. La mirada burlona de Todakwa no ayudaba. Hubiera querido tirarle a la cara no el pergamino sino una librería entera. Y sin embargo… ¿acaso les quedaba otra opción? Dejando escapar un ruido atragantado y ronco, Dashvara se preparó a leer en voz alta, en consideración por Zefrek, pero se lo pensó mejor. Yira leía asomando la cabeza a su lado… Dashvara desvió la mirada de la hoja y la volvió a enrollar.

—Necesitaremos tres días para examinar esta propuesta.

Todakwa puso los ojos en blanco.

—Dos días —replicó—. Al alba del Día del Alkanshé, me daréis vuestra respuesta y entregaréis a Ashiwa. Si no lo entregáis vivo y saludable, Skâra pesará sobre vuestras cabezas.

Dashvara frunció el ceño sin contestar. La sabia shalussi pronunció:

—La muerte pesa sobre las cabezas de todos y la perfidia jamás ha sido buena amiga de la naturaleza. Las tormentas y la sequía acabarán con tu imperio si no tienes cuidado, Todakwa.

El jefe esimeo esbozó una sonrisa.

—Eso lo decidirá Skâra, pues en ella todo nace y todo muere. —Se levantó y se giró hacia Shokr Is Set—. Doy permiso para que los Ladrones de la Estepa entren en Lamastá si ese es su deseo. Sin embargo, de entrar, estaréis comunicando vuestro apoyo a los Xalyas y deberéis sufrir las consecuencias de la decisión de Dashvara de Xalya. Tengo entendido que venís con intenciones de unir ambos clanes… El vasallaje se extendería pues a los Ladrones de la Estepa si llega a ser aceptado.

Dashvara siseó interiormente. ¿Matando dos pájaros de una flecha, rata? Replicó:

—Los Honyrs no han jurado aún lealtad alguna hacia mí.

Todakwa inclinó irónicamente la cabeza a modo de saludo y realizó un ademán.

—Que Skâra os ilumine el sendero correcto y os alimente de su sabiduría.

Que tu Ave Eterna se desplume y se chamusque en el infierno…

Dashvara se mordió la lengua y respondió con una breve y seca inclinación cortés. La reunión terminó. Zefrek estaba rojo de ira. La sabia shalussi tenía los labios apretados en una fina línea de descontento, Shokr Is Set estaba sombrío…

¡Al diablo con la serpiente!, rabió Dashvara mientras volvía a subirse a Amanecer.