Página principal. Los Pixies del Caos, Tomo 1: Los Ragasakis
Era demasiado.
Tener al traidor a mano y no darle su merecido era demasiado…
Mi conciencia tiembla. ¿Dónde estoy? ¿En un cuerpo? Sí, sin duda lo estoy. Desde hace años, a juzgar por los recuerdos vagos que me llegan. Un templo. Un hermano destructor. Una hermana alegre. Ese es mi nuevo pasado. Pero también tengo el otro…
Kala había recordado al Príncipe Anciano.
Pero no había podido hacer nada. La frustración lo anegaba. Rugía, encadenado. Odiaba estar encerrado. Y odiaba no poder vengarse cuando lo tenía… ¡tan cerca!
Tengo que aprender a controlar el Datsu. Rao me lo dijo, junto al Sello: renace, Kala, ¡renace! ¡Fusiona en el Sello, asciende y revive! El Datsu es tu puente. Agárrate a él y no lo sueltes. ¡Tú puedes hacerlo!
Según sus expectativas, había renacido, casi entero, gracias al Sello y el poder de la Selladora de los Arunaeh. Pero no había fusionado entero, alguien lo había sellado y, para colmo, no había aprendido las artes bréjicas que tanto admiraba. En todos estos años… había seguido durmiendo, y ni siquiera sabía qué había sido de él. La rabia lo cegaba. ¿Habría muerto? Sin ese monstruoso Príncipe Anciano, todo aquello no habría pasado…
Por culpa del Príncipe Anciano, Lotus, nuestro salvador, padre y ser más querido, ¡ha muerto!
¡Muerto!
Abrió grande unos ojos llenos de lágrimas y fulminó el techo del dormitorio en la oscuridad. Con los puños apretados, siseó interiormente: imperdonable, imperdonable, imperdonable…
Drey Arunaeh. Tú llevas mi alma. Tú llevas mi ser. Libérame y desaparece. Devuélveme lo que es mío. Márchate. Recuérdame. ¡Desaparece! Tengo que…
Me enderecé sobre mi manta con la órica bullendo en mi mano. El hedor de los vampiros casi me atragantaba.
Tengo que matarlo.