Este artículo es una serie de reglas y consejos, naturalmente subjetivos, que se aplican particularmente en mejorar la saga de fantasía El Ciclo de Shaedra, pero que podrán potencialmente aplicarse en cierto modo a otras novelas. Las reglas no deben ser vistas como obligaciones sino como simples directrices. La idea es que, si la autora quiere no respetar una de las reglas en un momento dado, intente encontrar una buena razón y sea consciente de ello; no respetar una regla puede ser lo correcto.
Esta visión de la escritura a base de recetas tiene especial interés en el caso particular de que se quiera escribir sin planear por adelantado toda la trama principal. Es decir, el escritor crea un mundo y una sociedad y escribe la historia metiéndose lo más posible en la piel del personaje, sin saber qué es lo que va a ocurrir. A medida que va contando la historia, va imaginando acontecimientos usando ingredientes, es decir aprovechando situaciones que se presentan, a veces gracias a detalles olvidados que en el momento no parecían importantes, lo que hace más natural y viva la narración además de ser más entretenida para el escritor. El riesgo con este estilo de escritura es perder la coherencia de la trama y la historia, por eso es preciso usar unas recetas, que en cierto modo controlan el caos que genera una escritura sin plan previo. En algunos casos puede no ser suficiente, por lo que es necesario repasar lo escrito y reescribir lo que haga falta: el resultado será así coherente gracias a las correcciones y, al depender estas de lo ya escrito, el carácter natural e imprevisible no sale perjudicado.
La creación del mundo debe seguir unas directivas de equilibrio modulado para poder hacerse una idea de lo que es posible, dejando siempre un poco de margen al “azar” que da vida a las cosas, pero limitando a un nivel razonable el alcance de las acciones de los personajes y demás elementos de la historia. El objetivo es doble ya que sirve por un lado para que el lector pueda sumergirse en la historia sin obstáculos, y por otro lado para que el propio escritor no se encuentre con una situación insostenible que haga obstáculo a su propia escritura.
Principalmente, hay que atender los puntos siguientes :
El objeto de la trama no debe ser el futuro del mundo, sino las simples aventuras de uno o varios personajes y sus interacciones limitadas con el mundo, que globalmente debe quedar relativamente indiferente con respecto a estas pequeñas historias.
Los personajes tienen que ser falibles, aprender a un ritmo razonable, tener sus puntos buenos y malos, cuanto más variados mejor, y es mejor evitar que superen a todos los demás en nada específico. Es el conjunto formado por las aptitudes, y sobre todo el carácter, el que debe caracterizarlos únicamente.
Todo uso técnico poderoso tiene que ir con un coste y una incertidumbre para evitar abusos, ser razonable para no poner en peligro el equilibrio, y no aportar incoherencias con las complicaciones que puede provocar un intento fracasado de justificarlas.
Es mejor no usar el tiempo para acelerar mejoras de aptitudes técnicas, y procurar hacer una historia entretenida con las herramientas disponibles. La técnica y la habilidad en algo no aportan gracia ni interés por sí solas. El pasar del tiempo no significa forzosamente progreso.
El carácter de los personajes es capital en un relato, no debe tomarse a la ligera la presentación de estos personajes, y sobre todo, sus actos deben ir acompasados con su carácter.
Recuérdese que por el bien del equilibrio los personajes tienen sus habilidades y sus torpezas y no son unos genios en todo. Cada personaje debe aportar algo especial. Los personajes deben tener varias características que les den a cada uno una peculiaridad (manías, físico, vestimenta, comportamiento, …).
Es mejor evitar el absoluto. Los personajes no deben ser ni totalmente buenos ni totalmente malos. Sí, existe la maldad y la bondad, pero todo lo puramente bueno o malo no produce, a priori, entretenimiento.
Además, téngase en cuenta la perdurabilidad del carácter: los personajes no deben cambiar de carácter radicalmente, salvo excepciones. Las nuevas aptitudes adquiridas no deben influenciar en el carácter —o al menos es mejor que el cambio carezca de importancia.
El protagonista no tiene por qué ser ni malo ni serio. No es un bufón, pero tampoco es serio ni soso ni va a salvar el mundo. No debe apesadumbrarse demasiado. El protagonista no tiene que ser demasiado cerrado. Debe ser suficientemente simpático. Todo esto porque si al lector no le gusta el protagonista todo el libro pierde el encanto.
La perdurabilidad del carácter es aún más importante en el caso del protagonista. Cuidado con no hacer degenerar el carácter del personaje y que por ejemplo al principio sea simpático y se vuelva cada vez más serio a medida que avanza la historia.
Es importante, para crear el mundo, seguir los puntos siguientes:
El mundo no tiene por qué ser realista excesivamente: no estamos en la Tierra, sino en un mundo aparte, cuyo esencial objetivo es el de divertir. Sin embargo, el mundo creado no tiene que ser demasiado diferente a la Tierra, ya que de lo contrario es más difícil conseguir que el lector no se sienta perdido. Recuérdese que el mundo tiene que respetar el equilibrio.
Es conveniente tener una buena documentación sobre el mundo. El autor tiene que tener en mente los referentes temporales, espaciales, culturales.
Los límites impuestos por la documentación ayudan a crear una atmósfera coherente y a evitar situaciones de contradicción y absurdos que bloquean la escritura. Sin embargo, una documentación demasiado detallada puede ser restrictiva. El autor debe limitarse a crear conceptos genéricos y herramientas flexibles que se adapten a sus necesidades y que no vayan a ser un obstáculo más tarde. Si al autor se le ocurre una idea que añadir al mundo, será mejor que reflexione antes de ponerla: «¿la idea es pertinente? ¿He llegado al momento oportuno para usarla? ¿es compatible con la noción de equilibrio ya evocada?». Quizá hasta cambie de idea, la modifique o la mejore.
Y luego cabe preguntarse, ¿es importante que el lector sepa todo eso?
El mundo creado en los manuales no es exactamente el mismo que el que se crea en el libro: los manuales son puramente informativos, el libro pretende divertir, y el mundo se rige según el punto de vista de los personajes (el lector entra mejor en la historia y en el mundo).
De hecho, todos estos elementos no tienen por qué aparecer en la narración aunque el escritor los tenga bien claros. Si este considera que son importantes, entonces que los ponga de manera muy ligera, esparciendo la información en la narración si es posible. Si es preciso escribir toda una parrafada sobre el tema para que el lector entienda, será mejor plantearse la posibilidad de quitarla: todo sea por la ligereza de la narración.
Primero, hay que disponer muchas acciones paralelas (no tienen por qué entrecruzarse). Es bueno que el protagonista se meta en muchos asuntos, pero sin estar en el centro de todos. Los demás personajes no tienen que dar mucha importancia a todos sus problemas y, en general, es una mala idea dar mucha importancia y seriedad a una sola acción ya que existe el riesgo de centrarse demasiado en ella.
Por eso es mejor crear acciones en el que no haya ningún objetivo claro, y las historias no deben ser demasiado rimbombantes o estrafalarias, por mor del equilibrio. Las acciones y los problemas deben ser diversos, sin que se repitan cosas análogas. En particular, es mejor evitar la focalización temática tanto en las habilidades del personaje como en sus defectos.
La relación de la historia debe ser, globalmente, cronológica. Es decir que no es conveniente abusar de las analepsis y las prolepsis, y hay que tener mucho cuidado con las elipsis: conviene preguntarse antes de saltarse varios años si es realmente necesario saltarlos, ya que introduce una ruptura en la narración y el autor se ve obligado a presentar la nueva situación.
La narración de detalles puede añadir un toque benéfico a la historia. Estos detalles pueden adquirir importancia posteriormente o no.
Una técnica narrativa muy eficaz es la de presentar varias versiones de un hecho sin precisar cuál es la verdadera ni si la hay.
Además, no hace falta explicarlo todo, aunque el lector debe poder reconstruir con lógica ciertas ramas de la acción.
El suspense es esencial en una historia para mantener el interés del lector. Para ello, el autor puede jugar con el clímax y anticlímax, pero cuidado: el anticlímax tiene que ser tan entretenido como el clímax, pues de lo contrario caemos en el típico caso en el que el lector se lee en diagonal veinte páginas para llegar a lo que realmente le interesa. Además, el autor también debe entretenerse en todo momento.
No es necesario detenerse en la relación de acciones cotidianas, ya que generalmente lo ordinario aburre. Similarmente, no merece la pena narrar cosas que el propio protagonista considera aburridas: es mejor que este mismo narre rápidamente el hecho y transmita sus sentimientos negativos al respecto. Cuidado con no caer en cambio en la trampa de narrar de manera demasiado resumida y distante algo que parece interesante o divertido, porque el lector se distanciará del personaje si considera que no le cuenta todo lo importante.
Tampoco es aconsejado exagerar con las coincidencias y las serendipias porque desacredita la historia. La introducción de tópicos y escenas típicas no es mala en sí, pero también es necesario utilizar la imaginación para crear situaciones originales.
En cuanto a los personajes, no se recomienda mandarlos a pasear por el mundo como turistas. Si el autor piensa que los personajes están en una situación aburrida, no lo solucionará moviéndolos por ahí, a menos que tenga un plan preciso con contenido para mejorar la historia.
Además, el personaje no debe meterse nunca en una situación sin salida honrosa para que el autor no deba inventarse justificaciones que no aportan diversión al lector y que pueden entrar en contradicción con el equilibrio. Es por tanto necesario preguntarse en cada momento: «¿seguro que no estoy escribiendo algo que vaya a poner en peligro inútilmente a mis personajes de manera que no valga ningún remedio honrado para sacarlos de apuros?»
Y, finalmente, es una decisión muy equivocada la de acabar con la vida de los personajes al final de un libro, a menos que realmente sea necesario o que se pretenda convertir el libro en una tragedia, lo cual no se recomienda. Evítense por consiguiente a toda costa las grandes masacres al final del libro, ya que no porque el autor sepa que va a abandonar a sus personajes dentro de poco no van a poder ellos seguir viviendo tranquilamente.
El estilo depende enteramente de la mentalidad del personaje: todo tiene que ir acorde con el protagonista. Es una buena manera de introducir al lector en el ambiente. Si hay varios protagonistas habrá que insertar el punto de vista de cada personaje; es lo que se denomina perspectivismo.
En todos los casos, hay que evitar que la presencia del autor se note: este se limita a crear los ingredientes, pero no interviene activamente en la acción ni las descripciones.
El texto debe estar caracterizado por un estilo ligero, simple y explícito que se obtendrá con:
Muchos diálogos: bromas, interrupciones, carácter teatral y gestualidad;
Frases no enrevesadas;
Pocas palabras cultas;
Pocas o ninguna palabra vulgar;
Exclamaciones, preguntas, mucha interacción;
Ninguna o pocas metáforas u otras figuras de estilo que complican la frase inútilmente;
Párrafos no muy largos: se agradece algunas veces ver un punto y aparte, que para eso sirven los párrafos;
Descripciones escritas desde el punto de vista de un personaje; no hay que describir lo que no llama la atención del personaje y, sobre todo, hay que poner en evidencia lo que considera importante en el momento. Se trata también de evitar que el lector sienta la presencia del autor detrás de la historia.
Humor (al menos si se tercia).
Es esencial mantener el suspense, para que el lector sienta curiosidad por continuar la lectura. Para eso, es una buena idea:
Inmiscuir los pensamientos de los personajes dentro de la narración, si se tercia, adoptando entonces un estilo más o menos directo.
Cortar los capítulos en situaciones graciosas o de clímax.
Evitar narradores omniscientes: todo queda más frío y menos entrañable.
Pero no se recomienda abusar de las técnicas de suspense de suerte que el suspense exaspere al lector. Un ejemplo es el del riesgo de la multiplicidad de personajes sobre todo si estos están desparramados por el mundo. Si el escritor cuenta la vida en detalle de diez personajes, uno por uno, las narraciones se alargan de modo que el mismo autor querrá saber lo que le ha pasado al primer personaje y el lector no puede quedarse durante mucho tiempo sin saber lo que quiere saber.
El autor debería preguntarse a veces: «lo que estoy escribiendo, ¿es divertido, puede dar paso rápidamente a una situación entretenida, es coherente con el ambiente creado, con el carácter de mis personajes?».
A la hora de escribir, hay que evitar introducir demasiadas expresiones idiomáticas que no pueda entender un extranjero con una traducción literal, para facilitar una traducción. En cambio, es una buena idea inventar expresiones, ya que eso además fortalecerá los fundamentos del mundo.
Los juegos de palabras y juegos fonéticos reducen la portabilidad y es mejor evitarlos en la medida de lo posible.
Esperamos que este manual pueda servir de inspiración para otros escritos. Todo estriba en mantener ese «bello caos» del que hablaba Schiller o esa «bella confusión de la fantasía» (Friedrich Schlegel) que impulsa el juego de la creación.
Escrito por Kaoseto y Anaseto. El uso del término « man » es puramente humorístico y está inspirado por el comando man de los sistemas operativos de tipo Unix.