Página principal. Ciclo de Shaedra, Tomo 9: Oscuridades

13 El asesino de cofradías

Las nubes ocultaban casi por completo la luz de los astros nocturnos. Había vuelto a llover aquel día y las calles de la capital estaban relativamente silenciosas.

—No acabo de entender muy bien tu plan —murmuró Spaw, agachado junto a mí.

Nos habíamos introducido en el jardín del Nohistrá de Aefna y ahora nos dedicábamos a observar el terreno.

—Es sencillo —contesté—. Entro sola en el cuarto del Nohistrá y trato de llegar a un acuerdo con él.

—Lo de que entras sola ya me había quedado claro —masculló Spaw, con el ceño fruncido. Y levantó una mano antes de que le volviera a repetir que no quería que se metiera en líos ajenos—. Está bien. Pero me has explicado todo lo de la caja y las pruebas y todo este lío, y no me has hablado de ese acuerdo que tienes planificado. No sé por qué, tengo la impresión de que el Nohistrá está en una posición más favorable que tú y que no va a aceptar tus condiciones, sean cuales sean. ¿Me equivoco?

—No seas fatalista —repliqué, bisbiseando—. Lo único que quiere el Nohistrá de Aefna es destruir las pruebas. Estoy segura de que en realidad no quiere matar a Lénisu. Tan sólo tengo que convencerlo de que Lénisu no va a causarle problemas. Además, el Nohistrá es el padre de Manchow. Y Manchow es una persona abierta. Cabe esperar que su padre también lo sea.

Spaw me contempló, escéptico.

—Ese padre tan abierto mandó a su hijo a los Subterráneos sin preocuparse mucho por su salud.

Carraspeé.

—Tú déjame a mí, estoy segura de poder arreglarlo todo por vía pacífica.

Spaw levantó el dedo índice como para hacerme notar algo pero acabó preguntando simplemente:

—¿Qué vas a decirle?

Me mordí el labio, indecisa. Spaw soltó un gruñido bajo.

—Si vas a convencerlo de algo, debes tener claro lo que vas a decirle. No puedes estar improvisando sobre la marcha. Tenemos que planear algo. O tu plan fracasará —concluyó.

Negué con la cabeza.

—Ya sé lo que voy a decirle. Además, pienso utilizar esto para persuadirlo —solté, sacando mi daga. La punta del arma brilló bajo la luz de la Luna.

Spaw meneó la cabeza, sin parecer lo más mínimamente impresionado.

—No sabes ser convincente. Notará enseguida que no eres capaz de matarlo.

Vacilé.

—¿Quién ha dicho que no sería capaz…? —Suspiré bajo su mirada aburrida—. De acuerdo, pero él no me conoce. A lo mejor soy una asesina profesional. Con un poco de teatro creo que podría colar.

Spaw soltó una risa silenciosa.

—Realmente no sé cómo has sobrevivido estos años. El teatro no basta, Shaedra. Si alguien amenaza con una daga, debe estar seguro de ser capaz de utilizarla. Te lo repito: déjame entrar contigo y yo me encargo de persuadirlo. A veces puedo llegar a ser muy convincente.

Me recorrió un escalofrío al oír su tono casi perverso.

“Parece un sicario”, mascullé.

Syu me cogió una mecha de pelo, aprensivo. Medité durante unos segundos y dejé escapar un suspiro.

—Está bien —me resigné—. Pero no te dejes llevar por tus impulsos, que te conozco.

—¿Yo? Actúo siempre con bastante calma cuando trabajo —me aseguró.

Me estremecí de nuevo al oírlo hablar con tanto desenfado.

—¿Tu trabajo consiste también en eso? —pregunté en un murmullo casi inaudible—. ¿En convencer a la gente por la fuerza?

Spaw se encogió de hombros.

—Me contrataron sólo dos veces para ese tipo de trabajo. Y en las dos veces no derramé ni una sola gota de sangre. Bueno, casi —rectificó, mientras recordaba.

Jadeé pero me incorporé.

—Antes de nada, tenemos que llegar hasta el cuarto sin que nadie nos vea. Y me da a mí que no va a ser nada fácil.

Aunque probablemente no nos costaría más que entrar en el jardín, pensé, optimista. Spaw se levantó y volvió a disimular su rostro bajo su capucha. En silencio, ambos nos internamos entre los arbustos hasta la mansión de Deybris Lorent.

* * *

Llegar hasta uno de los muros del edificio resultó ya en sí problemático. Una ancha avenida con guijarros rodeaba la majestuosa casa y de cuando en cuando la recorría algún vigilante u otro Sombrío. Parecía que esos cofrades vivían más de noche que de día… Examiné las luces de la Luna y la Gema y me pregunté qué tipo de sortilegio armónico nos disimularía mejor. Tras varios minutos cavilando, Spaw me miró con impaciencia e hizo un gesto hacia el edificio. En aquel momento, la vía estaba libre. Algo trémula, solté el sortilegio y me concentré en mantenerlo mientras nos precipitábamos fuera del seto. Nos refugiamos en la penumbra del muro y le cogí la manga a Spaw para que se inmovilizase: una sombra acababa de aparecer por una esquina. Perfeccioné todo lo que pude mi sortilegio y aguardamos, expectantes. La silueta pasó tranquilamente delante de nosotros y desapareció un poco más lejos por una puerta en silencio. El demonio meneó la cabeza, tal vez asombrado de que no nos hubiese visto.

Esbocé una sonrisa y me incorporé. Examiné el muro, tanteando con las garras, y aprobé. A dos metros de altura había un balcón. Trepé hasta él con agilidad y eché una mirada hacia abajo. Spaw trataba de seguirme, y no lo hacía mal para no tener garras. Estaba casi a la altura del balcón cuando lo vi resbalar. Le atrapé una mano y con suma dificultad lo estiré hacia mí. Apenas el humano cayó sobre el balcón, resoplando, amplié las sombras armónicas para ocultarlo a él también.

Estuvimos trepando y saltando de un balcón a otro, buscando el cuarto del Nohistrá, hasta que Spaw suspiró.

—¿Qué tal si entramos y buscamos por dentro? —me susurró al oído—. Prefiero que los Sombríos me pillen en un pasillo que morir en una caída.

Tras un breve instante de vacilación, aprobé con la cabeza. De todas formas, no podríamos volver a bajar por el muro: eso sí que habría sido condenarnos a una caída mortal. Además, ya era increíble que nadie nos hubiera visto aún: si la suerte nos acompañaba, quién sabe si no llegaríamos realmente a los aposentos del Nohistrá sin una tropa de Sombríos persiguiéndonos.

“Corremos como gawalts”, me aseguró Syu para tranquilizarme.

Hice una mueca.

“El problema es que para correr hay que tener un camino por donde pasar.”

Syu no lo negó. Miré hacia abajo con prudencia. Nos encontrábamos en la tercera planta, en un largo balcón. ¿Y si resultaba que daba al cuarto del Nohistrá?, me pregunté, esperanzada. Y entonces observé a Spaw con cierta sorpresa mientras este sacaba una especie de corchete de metal y se aproximaba a una de las puertas. Me apresuré a seguirlo para protegerlo con mi sortilegio armónico. Unos minutos más tarde estábamos dentro de la mansión del Nohistrá, en una especie de gran salón sumido en la penumbra.

Alerta, salimos de la sala, listos para abalanzarnos sobre el primer Sombrío que nos descubriese. Pero, sorprendentemente, no había nadie en el pasillo. Visto lo animados que estaban los alrededores, me pareció extraño, hasta que oí un rumor de voces no muy lejanas. Spaw y yo nos consultamos con la mirada antes de aproximarnos a la puerta de donde parecía provenir el sonido, pero este nos llegaba apagado y ensordecido. Tras unos segundos de indecisión, continuamos avanzando, hasta que el ruido de unos pasos ligeros nos detuvo en seco.

Echamos a correr hasta el salón y empujamos el batiente con precipitación. Unos pasos rápidos pasaron por el corredor y llamaron a una puerta vecina.

—Deybris, ¡Deybris! —En el tono de esa voz se adivinaba un deje urgente.

Se oyó el chirrido de una puerta que se abre.

—¿Qué sucede, Dyara?

—Siento despertarte, pero tengo noticias del paradero de la caja —declaró la Sombría—. Al parecer, Lénisu Háreldin la escondió en la zona sur del Bosque de Belyac.

—Mm. ¿Y de dónde sacas esa información? —preguntó el que, sin lugar a dudas, debía de ser el Nohistrá de Aefna.

Spaw y yo, escondidos detrás de la puerta, escuchábamos casi sin respirar.

—Wanli lo descubrió —contestó Dyara—. Me ha costado desatar su lengua pero finalmente cantó. El problema es que no sabe exactamente dónde se esconde esa caja.

—De modo que no es la persona de la que habla esa carta —dedujo el Nohistrá—. Mmpf. En fin, poco a poco todo se va arreglando. ¿Y nuestro Lénisu?

—Sigue desaparecido —suspiró la Sombría.

—Mm. No dudo de que acabaremos encontrándolo. Bien, Dyara. Libera a Wanli. Espero que no la hayas atormentado demasiado.

—Tan sólo verbalmente —lo aseguró Dyara.

—¡Ah! Bien, bien. Dile que me gustaría desayunar con ella esta misma mañana. Esa joven necesita que alguien la guíe de nuevo por el buen camino. Y, por favor, dile a Jíldari que parta antes del alba hacia Belyac con diez compañeros. Que no se olvide de avisar a Chishia de que va a explorar la zona sur del bosque. Y recuérdale que esta vez no debe defraudarme.

Se oyeron pasos que se alejaban y que se detenían.

—¿Deybris?

—¿Mm?

—¿Y la sobrina de Lénisu? ¿La habéis encontrado ya?

—¿Eh? Oh, no. Aunque, sabiendo que tiene sangre de Háreldin, no es de extrañar —soltó el Nohistrá con un deje burlón—. Buen trabajo, Dyara.

—Buenas noches —contestó la Sombría, antes de alejarse de veras.

Retrocedí unos pasos en el salón, profundamente aliviada. Así que Lénisu seguía en fuga… La puerta se abrió de pronto y todos mis pensamientos se esfumaron. Con rapidez, me metí debajo de una especie de gran banco cubierto de cojines. Sonó un golpe seco cuando Frundis chocó contra el suelo y palidecí, preguntándome si no hubiera sido mejor idea abalanzarme directamente hacia el Nohistrá. Busqué con la mirada a Spaw, pero desde mi perspectiva no pude ver más que unas botas entrar tranquilamente en la sala mientras esta se iluminaba vivamente.

El Nohistrá se sentó en una butaca y, tranquilamente, encendió su pipa y desplegó ante sus ojos un largo pergamino. Yo lo observaba entre las borlas que adornaban el banco, cada vez más nerviosa. ¿Cómo salir de mi escondite y actuar lo suficientemente rápido como para que el Sombrío no se echase a gritar o sacase algún arma escondida? Reprimí un suspiro y traté de ser positiva: habíamos conseguido meternos en la misma habitación que el Nohistrá, y este estaba solo. A eso se le llamaba suerte. Sólo necesitaba un poco más de buena suerte, decidí.

Y haciendo de tripas corazón, rodé fuera del banco, di un bote y detuve el impulso del Nohistrá con el bastón, dándole un golpe para forzarlo a sentarse de nuevo en su butaca.

—No se mueva —siseé.

Oí una puerta cerrarse y vi con el rabillo del ojo a Spaw que jugueteaba con su daga roja con una maestría y un brillo malévolo en los ojos que me dejaron lívida de espanto. El Nohistrá nos observaba, pasmado.

—Buenas noches —pronunció Spaw—. Si gritas, morirás. ¿Te ha quedado claro?

Deybris Lorent asintió, tragando saliva con dificultad.

—¿Quiénes sois? —preguntó por lo bajo.

—Tan sólo queremos negociar —solté—. Queremos que deje a Lénisu tranquilo.

Un rayo de comprensión pasó por los ojos del Nohistrá.

—Tú… eres la sobrina de Lénisu, ¿verdad? Vaya, por supuesto —añadió. Su mirada se posó en Frundis, luego en Syu y al fin pareció serenarse de golpe—. Me alegra que hayas venido. Aunque sea con estas maneras tan poco civilizadas.

Fruncí el ceño y lo examiné con detalle. Se parecía mucho a Manchow, con ese pelo castaño y rizado y esa cara redonda… pero un brillo astuto en sus ojos oscuros me recordó que esa misma persona había sido capaz de mandar a su hijo a los Subterráneos “para que aprendiese a ser fuerte” según Manchow.

—¿Así que has venido a negociar? —retomó el Nohistrá, mientras me escrutaba con la misma atención. Recelosa, yo seguía apuntando su pecho con Frundis, clavándolo en su asiento.

—Ajá —contesté—. Según lo que he entendido de esta historia, quiere destruir unas pruebas que tiene Lénisu contra usted. Ignoro totalmente de qué van esas pruebas y no me importa. Estoy dispuesta a ayudarle a destruirlas si deja a Lénisu tranquilo para siempre y lo echa de la cofradía de los Sombríos.

Spaw me miró, incrédulo. El Nohistrá agrandó los ojos y esbozó una sonrisa.

—¿Echarlo de la cofradía? Eso no está en mis manos, querida. Sólo el Nohistrá de Dumblor puede echarlo realmente de ella. Él es su “padrino”. Pero debo admitir que tu propuesta refleja tus buenas intenciones. Supongo que lo haces porque quieres a tu tío. Actuar por amor siempre es digno de respeto. En todo caso, te felicito por haber entrado en mi casa sin que nadie te vea.

Meneé la cabeza.

—¿Y bien? —solté, impaciente—. ¿Qué dice? Le prometo encontrar esa caja y destruirla y, a cambio, usted… y los demás Nohistrás implicados se comprometen a olvidar el asunto. Y dejan a Lénisu con vida.

Deybris, a pesar de su situación algo incómoda, se carcajeó.

—Mi intención, en teoría, no era matar a Lénisu, lejos de mí tal atrocidad —sonrió el Nohistrá. Sin embargo, su expresión no me dejó clara su sinceridad—. Es más, como sabrás, Lénisu es un gran Sombrío. Algo testarudo, pero entre los Nohistrás de Ajensoldra y de Éshingra nos lo arrancamos de las manos en cuanto queremos elegir a un capitán digno de ese nombre para una misión importante. No, definitivamente, Lénisu es demasiado bueno como para que me arriesgue a perderlo por unos simples papeles con pruebas —volvió a sonreír—. Y empiezo a darme cuenta de que su joven sobrina comparte su mismo talento. Y sus mismas debilidades —añadió, con un extraño destello en sus pupilas oscuras—. Francamente, creo que hemos empezado con mal pie. Sentaos. No voy a gritar y os prometo que os dejaré marcharos libremente sin que ningún Sombrío os corte el paso. Palabra de Sombrío.

Me encogí de hombros: no servía de nada estar amenazándolo constantemente con Frundis. Retrocedí unos pasos y me senté lentamente en otra butaca sin apartar los ojos de la pálida figura de Deybris Lorent. Spaw permaneció de pie, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo su daga con desenfado. Pese a su tranquilidad, adiviné que se esperaba, como yo, a que en cualquier momento el Nohistrá intentase alguna triquiñuela. Aun así, mis intenciones diplomáticas por ahora funcionaban mejor de lo que hubiera sospechado.

—Si usted no pretende matar a Lénisu —dije pausadamente—, ¿qué pretende hacer para convencerlo de que calle todo lo que sabe?

Deybris recogió tranquilamente su pipa y volvió a colocarla entre sus labios. Juntó las manos, cruzó las piernas, y contestó:

—Obviamente, recompensarlo por todos sus servicios prestados. Mi intención primera era que Derkot Neebensha, el Nohistrá de Dumblor, se encargase de mantenerlo a raya, pero por lo visto Derkot está demasiado ocupado con su “transformación” para atender a sus deberes y cuidar de sus ovejas descarriadas. —Un rictus se dibujó en su rostro y me estremecí, aun sabiendo que no era de extrañar que el Nohistrá de Aefna estuviese al corriente de que Derkot era ya un nakrús a medias… Deybris soltó una nube blanca de su pipa y prosiguió—: Como digo, pretendo recompensar a Lénisu de manera que deje de complicarse la vida acechando todos los asuntos mínimamente turbios que hay en mi casa.

—¿Qué tipo de recompensa? —inquirí, con una mueca dubitativa—. ¿Un baúl lleno de kétalos? ¿O un viaje hacia los infiernos?

El Nohistrá levantó los ojos al cielo.

—Ignoro qué te habrá contado Lénisu sobre los Sombríos, pero te aseguro que su opinión es muy parcial, dado que, desafortunadamente, ha tenido que vivir más de una desgracia a causa de la cofradía. Pero no puede ignorar que también le hemos facilitado la vida decenas de veces. En todo caso, resolví arreglar el problema que ahora nos aqueja y hace un año, le propuse a tu tío una oferta generosa: darle sustento para todo el resto de su vida a cambio de que olvidase para siempre sus investigaciones. Y hasta le ofrecí meterte a ti en la cofradía. —A pesar de que aquello ya lo sabía, palidecí a ojos vistas—. Y, para colmo, le prometí que me ocuparía de tus dos hermanos de modo que pudiesen vivir tranquilamente. Fíjate. Algunos Sombríos me dejan a cargo de todos sus hijos, y Lénisu no quiere dejarme ni a una sobrina —sonrió, teatral.

Resoplé, desconcertada.

—Rechazó, por lo visto —observé.

—¿Increíble, eh? —replicó él.

Lo cierto era que la oferta del Nohistrá me parecía realmente generosa, pero también era verdad que al aceptarla Lénisu nos habría encadenado a todos a la cofradía de los Sombríos y entendía que eso, aunque benéfico por una parte, podía tener sus inconvenientes.

—Sin embargo —prosiguió el Nohistrá—, la oferta sigue en pie. Y estoy dispuesto a renegociar al alza si aceptas tu parte del trato.

Fruncí el entrecejo.

—¿Qué parte del trato?

—La de entrar en la cofradía, por supuesto. Pero no como cualquier Sombría —añadió—. Serías mi pupila. Como lo fue antaño Lénisu para el Nohistrá de Dumblor. He pensado que sería una buena manera de calmar a Lénisu, forzando un poco las cosas. Él no quiere que entres en la cofradía, y tendrá sus razones, aunque no sean del todo razonables, pero si sigue rechazando mi oferta, no me quedará otro remedio efectivamente que regalarle un viaje hacia los infiernos, como dices. Y, teniendo unas soluciones mucho más atrayentes, realmente no entiendo cómo puede seguir siendo tan pertinaz —suspiró.

Deybris Lorent hablaba con tal calma y persuasión que me quedé mirándolo, confusa. Según cómo lo planteaba, parecía que la única solución a todo el problema era que yo entrase a formar parte de los Sombríos y que intentase convencer a Lénisu de que se retirase silenciosamente con una buena pensión. Su lógica me parecía razonable, pues dado el poder de los Sombríos, no podía esperar que Deybris fuera más clemente. Sin embargo, había detalles que me dejaban perpleja.

—Parece que te has tragado la lengua, querida.

Carraspeé y lo miré con los ojos entornados.

—Tengo dos preguntas —dije—. ¿De qué os acusa Lénisu a los Nohistrás? ¿Y por qué demonios tiene tanto empeño en que yo me convierta en una Sombría?

—En mi pupila —me corrigió amablemente Deybris Lorent—. Bueno, a la primera pregunta es difícil contestarte, sobre todo considerando que aún no eres una Sombría y, por consiguiente, no puedo desvelarte los secretos de la cofradía, y menos los de los demás Nohistrás. Por no hablar de que ignoramos totalmente dónde se encuentra la caja con las pruebas, de modo que no sabemos a ciencia cierta de qué nos acusa Lénisu. —Inspiró una bocanada de su pipa, y agregó—: Quiero que sepas que la cofradía de los Sombríos no es especialmente una organización caritativa y sus miembros cumplen trabajos financiados a veces por particulares. No todos los actos de los Sombríos son achacables a sus dirigentes, los cuales se ocupan mayormente de mantener la unidad y el orden.

Arqueé una ceja.

—La unidad —repetí—. Usted tergiversa mucho, Deybris Lorent. He oído decir que se os acusaba de mantener acuerdos con bandas de asesinos.

Advertí que Spaw enarcaba una ceja y recordé que se me había olvidado contarle ese detalle. Mi insinuación pareció divertir al Nohistrá.

—No puedes fundar un juicio en simples rumores, joven ternian. De todas formas, ya te lo he dicho: los Sombríos son una cofradía muy descentralizada. A lo mejor algún Nohistrá se dedica a contratar a asesinos, pero yo te prometo que jamás he contratado a ninguna banda de esas. Antes renunciaría a mi puesto —afirmó.

Su tono franco no acabó de convencerme, pero no insistí e hice una pregunta que siempre me había intrigado.

—¿Por qué mi tío dedica tantos esfuerzos para atacar su propia cofradía? —interrogué.

Advertí un leve encogimiento de hombros.

—Cualquiera diría que alguien lo ha contratado para hacerlo —comentó el Nohistrá, apartando la pipa de sus labios—. Aunque, quién sabe. Tal vez se trate de alguna extraña afición —sonrió—. Admito que tengo curiosidad por ver esas pruebas que andan tan bien escondidas. Tu tío, además de ser inteligente, tiene una habilidad tremenda para meterse en todo tipo de embrollos. Debe de conocer mil verdades que desconozco. Y yo soy un tipo más bien curioso.

Por no decir que deseaba ante todo destruir las pruebas que habría seguramente contra él en esa famosa caja, pensé con ironía.

—¿Y para mi segunda pregunta? —solté al cabo. El Nohistrá enarcó las cejas y explicité—: ¿Por qué desea tanto que yo forme parte de la cofradía? Vale, Lénisu tal vez se dejaría convencer más fácilmente para acabar con esta locura, pero le aseguro que no acabo de entenderlo…

El Nohistrá se inclinó hacia delante, mirándome con detenimiento.

—Eres el vivo retrato de Lénisu. En la vertiente femenina, claro —apuntó, y puse los ojos en blanco—. Si posees el mismo talento que él, como creo, podrías ser una gran Sombría. Eres pagodista y har-karista. Y he oído hablar de tus vagabundeos por el mundo. Has recorrido el este de la Tierra Baya con sólo trece años. Has conseguido hacerte pasar por la Salvadora de una niña que parece ser la única descendiente de los legendarios Klanez. Y he oído decir que te codeas no solamente con algunos nakrús, sino también con vampiros. Una persona así sabe guardar sus secretos hasta la tumba —prosiguió, esbozando una sonrisa—. Y si me aceptas como tutor te aseguro que dentro de diez años estarás viviendo como una reina en algún palacio de Mirleria o de las Ciudades de Lorri-man sin preocuparte por nada más que por el tiempo, la comida, la fiesta y la buena vida.

El Nohistrá se recostó contra la butaca, satisfecho con su discurso. Tal vez esperase despertar en mí algún resquicio de ambición, pero falló estrepitosamente. Aunque no dejé de considerar las condiciones del trato que, por lo demás, me parecían bastante buenas, si me centraba en el problema de salvar a Lénisu de esta.

—Interesante —solté, por decir algo y romper el silencio.

—Shaedra —intervino Spaw con un resoplido—. ¿No estarás pensando en aceptar?

Le eché una ojeada. El demonio acariciaba su daga, como si tuviese ganas de utilizarla. El Nohistrá esperaba mi respuesta con la expresión de quien piensa ya haber ganado.

Suspiré. ¿Qué podía decirle? Aceptar entrar en la cofradía de los Sombríos me parecía una locura. Yo nunca había pretendido vivir como una reina en un palacio, sino vivir tranquila, en Ató, junto a mis seres queridos. La condición del Sombrío, aun después de su explicación, me dejaba con la impresión de que algo me ocultaba. Si había entendido bien, ser pupila del Nohistrá de Aefna no era un honor que se le daba a cualquiera, y no acababa de entender todas las razones que empujaban a Deybris Lorent a “adoptarme”.

—¿Qué me dices? —preguntó al fin el Nohistrá, tras un largo silencio—. La vida de Lénisu por la tuya como Sombría. Es un trato bastante justo. Por no decir beneficioso para todos. Y, como decía, ayudaré a tu hermana a encontrar un trabajo como curandera. Por lo que sé, es una gran amante de los animales.

Agrandé los ojos, algo alarmada al ver todo lo que sabía sobre mi familia.

—¿Mi hermana? —murmuré—. ¿Y mi hermano?

Por un terrible instante pensé que le había ocurrido algo malo. Los ojos del Nohistrá brillaron, entretenidos.

—Hace unas semanas me enteré de que tu hermano, Murri Úcrinalm Háreldin, era un Monje de la Luz. Y yo no ayudo a los Monjes de la Luz —explicó.

Me sonrió mientras yo lo miraba, anonadada. Murri, ¿un Monje de la Luz? ¿Pero qué delirio era ese?

—Entonces, ¿aceptas? —insistió el Nohistrá.

Noté su impaciencia pero tomé mi tiempo para contestarle. Spaw me miraba, preguntándose tal vez, al igual que yo, si tenía alguna otra elección que la de aceptar. Lénisu no podía esconderse de los Sombríos por mucho más tiempo… Por otro lado, aquello me recordaba demasiado al episodio de la Niña-Dios y mi sacrificio inútil. ¿Y si aceptaba el trato y resultaba que mi decisión era equivocada? El maestro Dinyú siempre decía que la vida era una suma de decisiones buenas y erróneas… ¿Y si Lénisu tenía un plan mejor? Entonces… siempre podría mandar mi honor a freír sapos en el río y declinar la oferta del Nohistrá ulteriormente, decidí. Al fin y al cabo, estaba convencida de que si Lénisu me revelaba todos los crímenes de aquel Nohistrá, no me quedaría ningún remordimiento por el cual no tenerle respeto alguno.

Levanté la cabeza. El Nohistrá de Aefna dejaba en aquel instante escapar una voluta de humo. Sus ojos me observaban con evidente curiosidad, esperando mi respuesta.

—Acepto el trato. —Y esbocé una sonrisa—. Con una condición más. Que me deje tres deseos que no podrá negarse a concederme.

Como los tres deseos que en un día lejano Dolgy Vranc nos había reclamado a Akín, a Aleria y a mí, pensé, divertida. Deybris Lorent mostró una sonrisilla y se levantó, tendiéndome la mano.

—Siempre y cuando esos deseos sean razonables, acepto.

Bajo la mirada meditativa y algo sombría de Spaw, me levanté y estreché la mano del Sombrío.