Página principal. Ciclo de Shaedra, Tomo 6: Como el viento
Con un gesto débil, la vampira hincó sus dos colmillos en el cuello de la rata de roca y empezó a succionarle la sangre con avidez.
Increíble, pensó Lénisu con una mueca observando la escena, sentado aparte, sobre una roca. Drakvian recobraba poco a poco sus fuerzas. Su cuerpo tenía una resistencia impresionante y estaba en vías de recuperación. Era un alivio para todos.
Shaedra, sentada junto a la vampira, sostenía otra rata para dársela cuando acabara de beber la sangre de la que estrujaba entre sus manos color ceniza. No muy lejos, Aryes, tumbado sobre unas mantas, dormía y deliraba. En sus momentos conscientes, aseguraba que no había sufrido ninguna crisis apática, pero a Lénisu le preocupaba su estado. Subir un precipicio dos veces requería sin duda mucha energía, a pesar de que llevara a Borrasca alrededor del cuello.
Vio a Shaedra morderse el labio, nerviosa. Ella había vuelto a todo correr después de haber cazado unas gordas ratas de roca y él no había tenido el coraje de enfadarse con ella por alejarse del grupo sola. Desde luego, aquellos trasgos habían conseguido echarlos de su territorio, pensó Lénisu, irónico. Y, por lo visto, habían utilizado una técnica no del todo nueva, ya que, paseándose por el corredor, había encontrado a tres cadáveres de saijits cuyo fin había sido bastante terrible.
Lénisu bajó la mirada hacia la espada que había recogido de uno de los cuerpos. Era más larga que Hilo y no era precisamente elegante pero estaba en buen estado y cumplía con su función.
El corredor en el que se encontraban estaba silencioso. Sin embargo, era imposible no fijarse en que los cuerpos habían sido arrastrados y devorados por bichos no del todo pequeños. No tardarían en venir a acogerlos. Y era imposible moverse cuando Drakvian y Aryes eran incapaces de caminar.
Shaedra se acercó a él, frotándose las manos sobre su túnica para quitarse la sangre de rata. A la vista de la sangre, Lénisu tragó saliva y reprimió un mohín de asco. Syu, nervioso, trenzaba y destrenzaba una de sus mechas con manos hábiles.
—Creo que Drakvian está mejor —susurró ella, sentándose junto a Lénisu—. ¿Qué tal estás tú?
—Perfectamente. Me alegro de que Drakvian esté mejor. Es una buena persona. En fin, una suerte que los trasgos no hayan decidido bajar hasta el precipicio para rematarnos con sus flechas.
—Ya vendrán otras criaturas a rematarnos, no te preocupes —replicó su sobrina, desanimada—. En todas las historias sobre el Laberinto que conozco, cada vez que un personaje se mete ahí, no sale.
—No te lo voy a negar —suspiró él. Y pensar que él los había metido en esto…
Una mano tranquilizadora se posó sobre su hombro.
—Pero las historias no cuentan todas las verdades —prosiguió Shaedra, con una sonrisa—. Saldremos de esta. He visto que había unas escaleras que subían hacia una especie de puerta, no muy lejos de aquí. Propongo que vayamos ahí mañana. Quizá podamos salir por ahí, o al menos descansar hasta que se recuperen Aryes y Drakvian.
Lénisu enarcó una ceja y asintió lentamente. ¿Una puerta? Interesante. Quizá, al fin y al cabo, el Laberinto no era tan salvaje como creía.
—¿No te importa que te deje el primer turno de guardia? —preguntó ella, al cabo de un silencio.
—En absoluto. Duerme tranquila.
La observó alejarse y arrebujarse entre las mantas y se dio cuenta de que había llegado a admirar a esa joven de quince años que se parecía tanto a su madre Ayerel Háreldin. Alzó los ojos hacia el cielo nocturno. Las estrellas brillaban serenas junto a la Gema que pintaba la Tierra Baya de azul oscuro.
A la luz del astro nocturno, Lénisu volvió a leer el último párrafo de la carta de Wanli. «Cuídate», decía al final. Lénisu reprimió un suspiro, plegó la carta y la guardó en un bolsillo interior de su túnica.
Quizá habría sido una mejor idea hacerles caso a los Sombríos y partir a los Subterráneos, pensó para sus adentros. Quizá, se repitió, observando a los cuatro jóvenes que dormían a unos metros de distancia. De ser así, Drakvian habría seguido con su clan, Shaedra, Aryes y Spaw estarían de camino hacia Aefna… y además se habría ahorrado recordar un suceso pasado que no dejaba de roerlo por dentro desde la víspera. Y a la vez que resurgía ese remoto recuerdo, una vocecita le repetía, incansable: «mataste a un inocente».
* * *
* * *
Nota del Autor: ¡Fin del tomo 6! Espero que hayas disfrutado con la lectura. Para mantenerte al corriente de las nuevas publicaciones, puedes seguirme en amazon o echar un vistazo al sitio web del proyecto donde podrás encontrar mapas, imágenes de personajes y más documentación.