Página principal. Los Pixies del Caos, Tomo 1: Los Ragasakis
El agua se deslizaba entre la hierba azul, dulce, negra, fría y silenciosa. A unos pasos, una mujer de piel gris, delgada y ágil, jugaba a la comba y saltaba mientras tarareaba una canción.
En algún rincón del mundo
allá en el fondo del mar
ocho seres vagabundos
comparten su gran pesar.
Y en su cansado camino
las llaves se reunirán
para que el infierno venga
trayendo calamidad.
¡Ay! ¡La puerta ya se abre!
¿Pero quién nos salvará?
La luz del mar
se apaaaga,
la oscuridad
vendrá…
Saltó una última vez dando una voltereta y aterrizó con la ligereza de un felino. Se giró hacia el muchacho encapuchado sentado contra el espeso tronco de un árbol. Apenas se le veía la cara a este: su piel era tan negra que sus rasgos se confundían con las sombras de su capucha. Sus ojos rojos, en cambio, rebrillaban, pero no la miraban a ella: seguían la corriente del riachuelo, absortos. Las dagas, bien sujetas a su cintura, estaban tan bien cuidadas como siempre. Rao sonrió y se acercó jugueteando con la cuerda.
—«Melzar,» lo llamó. Y le quitó la capucha de un tirón para sacarlo de su ensimismamiento. El muchacho se sobresaltó y la vio sentarse a su lado con ánimo. «Hoy estás particularmente ido, hermano. ¿En qué estás pensando?»
Melzar volvió a su contemplación. El agua se rizaba entre las piedras con una regularidad hipnotizante.
—«Pensaba en el dokohi.»
—«Oh. ¿Zori?»
—«Zyro, hermana,» la corrigió. «El líder de los dokohis anda buscando a Lotus. Dijiste que con los años tal vez se hubiera olvidado de él… Pero sigue buscándolo. Ayer, oí decir en una taberna que unos tipos con gafas preguntaron por el Gran Mago Negro. Traté de seguirles la pista y los perdí. Me siento cada vez más intrigado por esta historia,» confesó. «¿Qué piensas hacer?»
Rao enarcó las cejas. No era habitual oírlo sacar el tema de Lotus.
—«Bueno…» La Pixie alzó una mirada pensativa hacia las estalactitas de la caverna. La luz azulada de las piedras de luna se reflejó en sus ojos chispeantes cuando contestó: «Nada. No pienso hacer nada. Prefiero no llamar la atención de Zyro y, además, si ese dokohi encuentra a Lotus antes que nosotros, nos ahorrará el trabajo de buscarlo, ¿no crees?»
—«Sí… Suponiendo que Lotus sigue vivo y no ha muerto en la guerra o de gripe o simplemente de viejo,» consideró Melzar. «Si todavía es de este mundo… Bueno, tú ya tienes más de setenta años, así que él debe de ser ya un carcamal, ¿no?»
—«¿Me estás llamando vieja?» protestó Rao.
—«¿No lo eres?» replicó Melzar.
A veces era difícil saber cuándo su hermano pequeño se burlaba y cuándo hablaba en serio… Rao puso los ojos en blanco y se ató la comba a la cintura diciendo:
—«Centrémonos en buscar a los demás Pixies: sé que juntos encontraremos a Lotus.»
Melzar desvió la mirada del agua para observarla con atención.
—«Los echas de menos,» constató.
Rao resopló.
—«Naturalmente. ¡Es mi primera familia! La nuestra,» apuntó.
Melzar asintió lentamente.
—«Si lo dices… te creo. Y te ayudaré a buscarlos a todos. Aunque podría ser que alguno no haya sobrevivido. Kala está vivo. Jiyari también. En cuanto a los demás, no tienes ni idea. Es más, perdiste el rastro de Kala. Tal vez también él ya no…»
—«¿Quieres dejar de ser pesimista?» lo regañó Rao. Sus ojos azules lanzaban rayos eléctricos. Se levantó de un bote. «Resucité a Kala y está vivo. Todos están vivos. Me lo dice el corazón.»
—«El corazón no dice nada: late y deja de latir, eso es todo.»
—«Menos mal que no escribes libros de romance, Mel,» resopló Rao, girándose hacia él. Atrapó un mechón negro de su cabello malva y lo apartó afirmando: «Encontraremos a Lotus antes que Zyro y lo salvaremos. Quién sabe, igual Kala despertó y ya ha empezado la búsqueda sin nosotros. Después de todo… Lotus es doblemente su familia.»
Melzar le echó una mirada ladeada y se levantó, alejándose del árbol.
—«Confías mucho en Kala, hermana. Tanto decir que no querías despertarlo porque te alegra saber que está teniendo una vida más o menos normal…» saltó sobre una piedra en medio del riachuelo mientras continuaba, «pero en realidad no sabrías cómo hacerlo recordar, ¿verdad? Eres brejista: sabes que las reencarnaciones no siempre funcionan como deberían. ¿Y si simplemente no puede despertar? ¿Y si no recuerda nada?»
Al girarse, pudo ver claramente la exasperación en el rostro de su hermana. Esta gruñó:
—«Recordará.»
—«Te lo dice tu corazón.»
Los labios de Rao se estiraron acusadamente, desafiantes.
—«Despertará.»
La luz de la piedra de luna resplandecía en sus ojos llenos de confianza. Contemplativo, Melzar bajó la vista hacia el pequeño papel que había estado reduciendo a migajas. Hizo una mueca. Y pensó que, si Lotus regresaba, tal vez no se acordaría de los niños que salvó y encerró en las lágrimas. Rao, ella, no dudaba: había vivido más que ninguno, los había visto encerrados y dormidos durante años y deseaba fervientemente reunirlos al fin a todos, otra vez, como en los viejos tiempos.
Saltando a la otra orilla del riachuelo, Melzar lanzó:
—«Si tú lo dices. ¿Volvemos a Dágovil? Por cierto, otra cosa, Rao.»
—«Hoy estás hablador, Mel,» observó ella, socarrona, mientras se disponía a cruzar el riachuelo.
Melzar volvió a clavar una mirada en la suya y alzó la mano con las migajas del papel que había estado destrozando poco a poco.
—«Tendremos que comprar otros billetes de diligencia. Estos están rotos. Me lo dicen mis ojos.»
Por primera vez en mucho tiempo, vio a Rao desconcentrarse en pleno salto, patinar y caerse al agua. Mientras ella imprecaba, Melzar no pudo evitar sonreír.
* * *
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Nota del Autor: ¡Fin del tomo 1! Espero que hayas disfrutado con la lectura. Para mantenerte al corriente de las nuevas publicaciones, puedes seguirme en amazon o echar un vistazo al sitio web del proyecto donde podrás encontrar mapas, imágenes de personajes y más documentación.
Tomo siguiente: El Despertar de Kala