Página principal. Los Pixies del Caos, Tomo 1: Los Ragasakis
Dolor y rabia sin límites. Sangre en mis manos. Una descarga. Incomprensión. Y una vocecita que decía: no llores, te están curando, no llores, no recuerdes…
Me debatí en el sueño. Mis ojos se agrandaban, desorbitados, mi corazón latía, desbocado, mi mente amenazaba con estallar. Sobre mí, la máscara blanca tendió una mano armada hacia mi cuello… Iba a matarme. Iba…
Desperté en un sobresalto con el Datsu desatado en la habitación que compartía con mi hermana en Donaportela. Pese a que mi sello controlaba mis sentimientos y los calmaba, mi respiración seguía siendo rápida y tardé un buen rato en serenarme por completo.
Me pasé una mano por la frente sudorosa. Attah… Ese sueño… Hacía tiempo que no lo tenía. Me dejaba siempre con un extraño resabio, no sabiendo muy bien qué pensar de esas emociones extremas que se apagaban y se perdían casi en el olvido en cuanto retomaba consciencia.
Me recosté de nuevo contra la colchoneta con las manos detrás de la cabeza espirando con suavidad en el profundo silencio. Entonces me fijé en que Yánika respiraba también de manera irregular y que su aura rezumaba desasosiego. Por Sheyra, nada de extrañar que yo también hubiera tenido una pesadilla… Con una mueca medio burlona medio inquieta, me levanté para ir a posar una mano tranquilizadora sobre la mejilla de mi hermana pequeña. No despertó, pero para alivio mío su aura se calmó y ella no tardó en sumirse en un sueño sereno. Bostecé, y sonreí recordando que mañana tocaba ponernos en marcha hacia la Superficie.
¿Cómo sería el sol? ¿Y el cielo? ¿Y las nubes?