Página principal. Ciclo de Shaedra, Tomo 3: La Música del Fuego

Prólogo

Apenas llevaba unas horas durmiendo cuando desperté con la súbita sensación de que alguien me estaba esperando. Abrí los ojos y negué con la cabeza, sin entender. Sólo iba a ver al doctor Bazundir por las tardes, y Daelgar me enseñaría las armonías sólo por las noches. ¿Entonces por qué tenía la impresión de que había alguien esperando detrás de la puerta? Si fuera Murri o Laygra, hace tiempo que habrían entrado. Abrí y cerré los ojos varias veces e incluso creo que me volví a dormir durante unos minutos antes de abrir totalmente los ojos y acabar de despertarme al darme cuenta de que era ya de día.

Levantándome de un bote, sacudí con cuidado el barro que tenía en los pies, me puse la túnica verde y las botas y me dirigí hacia la salida para abrir la puerta. Me sorprendí mucho al ver a Jirio. De hecho, no veía por qué razón podía haber estado esperando delante de mi puerta sin llamar ni nada. Lo más curioso era que Jirio parecía aún más sorprendido que yo, como si no se acordase de pronto qué demonios estaba haciendo allí. Pero enseguida recapacitó.

—Hola —me dijo.

—Hola, Jirio, ¿qué te trae por aquí a estas horas? —pregunté con curiosidad.

—Bueno… yo… ayer me pediste perdón por lo que me habías dicho, y yo en aquel momento me comporté como un cobarde, porque sé que lo que dijiste era cierto. —Hizo una pausa, el ceño fruncido, como si estuviese intentando recordar algo más—. Te pido disculpas, Shaedra. Eres la única hasta aquí que haya visto en mí otra cosa que un Melbiriar loco. No pretendo confundirte, ya sabes que no soy como la gente normal, pero sé reconocer mis errores y ahora entiendo que tan sólo tratabas de ayudarme.

Sonreí.

—Pues claro, creía que ya nos habíamos disculpado. Entonces, ¿crees que mi teoría del jaipú tiene lógica? —pregunté, tratando de cambiar de tema, porque notaba que Jirio estaba empezando a filosofar mucho.

Jirio hizo una mueca pensativa.

—No lo sé, siempre me han dicho que el jaipú no es una energía noble y que un celmista debe aprender a utilizar las demás energías sin usar energías dársicas… pero quizá no sea del todo cierto, aunque eso supondría que todos los profesores que he tenido hasta ahora se equivocaban.

—Quizá no se equivocaban —le aseguré—. Quizá un celmista muy bueno sería capaz de utilizar las energías asdrónicas sin ayudarse del jaipú, y quizá alguien puede aprender más rápidamente sin jaipú, pero yo pienso que el riesgo a perder los estribos con las energías es mayor. De donde vengo, utilizábamos el jaipú para todo.

Jirio me miró con cara sorprendida.

—¿Así que utilizabas el jaipú para soltar sortilegios?

—Ajá.

—¿Cómo lo haces?

Le observé un momento, intentando adivinar si realmente quería saberlo y luego me eché a reír.

—¿Realmente quieres que te enseñe cómo suelto los sortilegios con el jaipú? —Jirio se sonrojó levemente pero continué—: Pues me parece que actúas sabiamente y a la vez tontamente.

—¿Tontamente? —repitió, algo ofuscado.

Asentí.

—Porque yo tengo de profesora lo que tú de sastre.

—No soy tan mal costurero como crees —replicó Jirio, sonriendo.

Pensé en Deria y mi corazón pareció querer ocupar la mitad de su espacio. Mi primera alumna había desaparecido y no tenía ni idea de dónde estaba, ¿qué le pasaría a mi segundo alumno?

Sin duda acabaría fulminado por su propio rayo si no le echaba una mano, pensé con cierta ironía.

—De acuerdo —le dije—. Pero a cambio tú me ayudarás a estudiar para los exámenes.

Jirio sonrió y me tendió la mano.

—Trato hecho.

Estreché su mano con firmeza, y luego llevé su mano a mi corazón e hice otro tanto con la mía en el suyo, bajo su mirada atónita.

—Así se perdonan todos los ultrajes de donde vengo yo —le dije, y entonces me aparté y le saludé solemnemente, como hacían los celmistas adultos de Ató para reconocerse mutuamente como metrardjí, es decir, para afirmar entre ambos amistad y confianza. Por supuesto, Jirio no entendió nada de todo eso, pero entendió lo esencial e inclinó la cabeza con ceremonia, quizá pensando que de dónde venía yo tenían que tener una cultura muy diferente.