Página principal. Ciclo de Shaedra, Tomo 1: La llama de Ató

Epílogo

—¿Perturbado? —protestaba alguien con indignación.

—Reconoce que se lo tragaron como buenos alumnos —decía otra voz, más grave. Se oyeron risas.

Parpadeé y me masajeé la cabeza dolorida. Me había chocado contra algo duro. ¿Era la cabeza de Akín? Probable, porque a él también parecía dolerle.

Lo primero que vi fue que éramos toda una muchedumbre. Akín, Aleria, Lénisu, Dolgy Vranc, y… ¿Aryes? Cerré brevemente los ojos ante la incongruencia del asunto y me interesé por el entorno. Estábamos en un claro, rodeados de un bosque de árboles rectos y con terreno lleno de irregularidades. Apenas había sotobosque. ¿Cuánto tiempo me había quedado desmayada?

Lénisu y Dolgy Vranc seguían discutiendo cuando me levanté.

—¿Qué ha pasado? —farfullé. Me sentía totalmente perdida. Recordaba algo de monolitos pero no sabía si era real o si había sido un sueño, o si todo era un sueño, ¿y qué esperaba? Claro que todo era un sueño, pensé, contemplando el claro y los árboles. Esos árboles eran enormes y no eran de Ató. No estaba realmente ahí, decidí.

Lénisu se hizo un placer de explicármelo todo, con lo que empecé a flaquear en mi decisión y, con la ayuda de Aryes y Dolgy Vranc, logré convencerme con cierta sorpresa de que todo lo que había ocurrido era real.

—Y lo que ha pasado, querida sobrina —añadió finalmente Lénisu— es que a alguien se le ha ocurrido jugar con nosotros. Y nosotros nos dejamos llevar por los sentimientos. Me siento como una marioneta en sus manos y no me gusta.

Ensanchó las narices e hizo una mueca.

—¿A qué huele?

Husmeé. Olía a madera húmeda, tierra y plantas.

—Yo no huelo nada raro —intervino Aryes—, pero oigo agua cayendo.

Lénisu se giró hacia él y ladeó la cabeza con curiosidad.

—Por cierto, ¿tú quién eres?

Abrió la boca para contestar pero lo interrumpí.

—Se llama Aryes —solté entre dientes—. Y no sé qué demonios hace aquí.

Akín soltó de pronto un grito. Se había despertado del todo y había recuperado un poco de su entendimiento.

—¡Aleria! —sollozó.

Gateó hasta ella y la agitó repitiendo su nombre. Las lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Ayudadme. ¡Está herida!

Me precipité junto a Aleria con el corazón helado y vi que olía apestosamente a sangre. Lénisu levantó un dedo pensativo.

—Ah, sería sangre lo que olía. Qué olfato tengo, ¿eh? —dijo, dedicándonos una mueca a todos.

Dolgy Vranc puso los ojos en blanco y se acercó a nosotros.

—¿Respira? —preguntó, mientras se arrodillaba junto a Aleria.

—No es sangre suya —soltó de pronto una voz desconocida.

Nos giramos todos de golpe. Un hombre con armadura se acercaba con una gacela en brazos. Lo contemplamos todos como embobados mientras dejaba caer a su presa y nos miraba como a niños extraviados.

—Es sangre de orco. Ahora, si no os parece indiscreto, me gustaría saber quiénes sois.

Hubo un largo silencio. Al cabo, Akín soltó con una voz aguda:

—¿Está seguro de que no está herida?

El caballero hizo una mueca y me costó entender que se esforzaba por sonreír.

—Sé cuidar a una protegida, jovencito.

Como nadie parecía decidirse a presentarse, carraspeé y le dediqué una gran sonrisa.

—Yo me llamo Shaedra.

—Shaedra Úcrinalm Háreldin —rectificó Lénisu. Como lo miraba, sorprendida, tuvo una media sonrisa irónica—. Debes estar orgullosa de tus padres, querida.

Levanté los ojos al cielo, pero no repliqué. Mi intervención y la de Akín habían relajado la tensión y todos se presentaron. El caballero era un legendario renegado, por lo visto: llevaba la marca del Cuadrado en la frente. Me pregunté lo que había hecho para merecer tal deshonor. No parecía ni un cobarde ni un hombre propicio a la traición, puesto que había protegido a Aleria, los dioses sabían por qué. En todo caso, su nombre era Stalius y tenía toda la pinta de saber manejar el mandoble que llevaba cruzado a la espalda. Se habían presentado todos y sólo faltaba Lénisu, que parecía haberse reservado la traca final.

—Y yo soy Lénisu —se presentó mi tío con un leve saludo burlón.

—Lénisu Háreldin, gran hombre que ha sobrevivido dos veces a los Subterráneos —solté con un tono de heraldo y le sonreí a Lénisu, quien me miraba con el ceño fruncido—. Debes estar orgulloso de tus hazañas. Particularmente de tus recetas de cocina.

Lénisu hizo una mueca, meneó la cabeza y miró a su alrededor.

—Esta situación es… —dijo Lénisu. Calló, buscando la palabra.

—Insólita —apunté.

—Me lo has quitado de la boca, gracias sobrina. Esto… Stalius, ¿se puede saber por qué estás protegiendo a una snorí que desapareció de Ató los diablos saben cómo?

Stalius era de lejos el más serio del grupo. Asintiendo gravemente, se sentó en una piedra y empezó a contar la increíble y triste historia de Aleria y de su pasado, mientras la interesada seguía inconsciente y cubierta de una apestosa sangre de orco.

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Nota del Autor: ¡Fin del tomo 1! Espero que hayas disfrutado con la lectura. Para mantenerte al corriente de las nuevas publicaciones, puedes seguirme en amazon o echar un vistazo al sitio web del proyecto donde podrás encontrar mapas, imágenes de personajes y más documentación.